jueves, 16 de marzo de 2017

UNA CAMPAÑA SIN PROPUESTAS
Corrientes, cuando una sospecha vale más que mil certezas

“Vale más ser engañado completamente que albergar la menor sospecha”- William Shakespeare. 

Las frases acuñadas de las experiencias de la Humanidad, se ajustan perfectamente a esta porción de la historia de la política correntina. El barro iniciado con un libelo, culminó de enlodar más  a todos. La sensación que quedó en la gente es que “todos son lo mismo”.
Según los informes oficiales, - a los que hay que creer aunque no muchas veces los modos de transmitir son los que más los acreditan -, los operativos antinarcotráficos realizados en Corrientes sólo son una parte de un gigantesco entramado que ha superado a los  mismos estados del mundo.
El tráfico de estupefacientes en América no es nuevo. Más aún, no es un fenómeno en retirada. Año a año las estadísticas dicen que el consumo de estupefacientes va creciendo en todos los países.
No por haber hecho un megaoperativo antinarcóticos se ha apagado el incendio. Es sólo una gota de agua en una explosión volcánica. Y de eso hay que ser consciente.
Por eso, más allá de la espectacularidad mediática, lo que aparece no es lo importante, sino lo que no se dice, o se esconde.
No es solo una banda, es una red, dijeron. Y algo de razón tienen. La red penetra todos los estamentos, se mezcla en la sociedad, y toca a todos por igual.
Por eso es que la intuición popular ya ha sentenciado: “todos son lo mismo”. Y aunque nada tengan que ver, el sayo cae por definición primero sobre el poder, luego de develar algunos rostros de la narcopolítica.
Combatir el narcotráfico es como combatir contra la misma sociedad, entendida como conjunto social, sin calificaciones.
Los centros de producción diseminan los estupefacientes en un mercado cada vez más demandante. Las grandes urbes hasta los pequeños pueblos son ese amplio mercado. Miles y miles de consumidores, precisan de miles de hectáreas y toneladas de producción. Y en el medio, una red de distribución y comercialización.
El precio de una de las drogas con mayor demanda, la marihuana, en el Paraguay es por lo demás atractivo para cualquier necesitado de solventar sus necesidades económicas:  100 pesos el kilo en la frontera. Con algunos pesos de inversión inicial, muchos entran en el juego.
Lo que pasa es que en la frontera argentina en el mercado local, ese precio se triplica o quintuplica en los kioscos de la zona. En los conurbanos de Buenos Aires , Rosario, Córdoba o Mendoza hasta 15 veces más, y en el Sur patagónico, se llega a pagar hasta 5 mil pesos por kilo.  Una ganancia de 500 % atrae a cualquiera que tenga avaricia y decisión necesaria para emprender el “negocio”. En Chile ya se habla de tres veces más de esos 500%.
Cuando el volumen de lo transportado aumenta, la ganancia es logarítmica. No hace falta ver que no hay Estado que pueda parar el “derrame” de droga en la población, cada vez más adicta a soluciones rápidas para superar sus ansiedades, en una sociedad cada vez más necesitada de trascendencia.
Un negocio que no termina aquí, sino que es global.
Por eso es que lo global lleva a la generalización: “todos son lo mismo”.
Y es lo que no se tuvo en cuenta al patear el avispero con tanta fuerza esta semana. Salen las avispas y pican a todos. Nadie se salvó. Desde el gobernador y algún candidato opositor para abajo, quedaron todos en el mismo plano.
No es de extrañarse entonces, que tras esto, se aplique aquel apotegma “Un sola sospecha vale más que mil certidumbres”.
Y la mayor sospecha se las llevan quienes más han quedado en lo alto de la consideración pública. Las figuras mayores, sospechadas  o no, recibieron el sayo y los peores picazos.
La sospecha, aunque se la quiera borrar con miles de dichos y certidumbres, flotará en toda la campaña por venir, y será el eje de una agenda impensada.
Sin dudas la campaña electoral no será de propuestas.
Será una campaña de sospechas.
Y lo peor, sin certidumbres.