jueves, 26 de julio de 2018

Por una ética ante el aborto.

Sin ánimo de hacer periodismo de periodistas, y con la sola intención de describir una realidad, observo la aviesa intencionalidad de ciertos medios nacionales y colegas que asumen una militante postura en favor de una ley que permita la despenalización del aborto.

Si bien cada sector de poder puede realizar una campaña a favor de una u otra postura, no es deontológicamente responsable ejercer una presión permanente en determinado sentido, en un tema que merece un debate equilibrado, sin exponer expresamente que se está a favor de una u otra postura.
En cuestiones que versan sobre la "dignidad humana" como es la que se está tratando, ya que se discute sobre la Vida Humana misma, al tomar postura es necesario afirmar que se está en uno u otro campo, sin esconder las intenciones

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Veo con preocupación que la manipulación que ejercen no es otra cosa que la aplicación goebbeliana de repetir muchas veces una media verdad para que se convierta en una verdad absoluta.
Como comunicador católico, postura de la que no reniego ni tampoco pretendo influir más allá de mi pensamiento, sostengo que este tipo de manipulaciones, frases sacadas de contexto, oposición y degradación del que piensa distinto (Caso del Dr. Abel Albino al que defenestran sin considerar su formación humana y médica), podemos caer en la tiranía de imponer un pensamiento sin discutirlo ampliamente y con todas sus aristas, como se pretende con el actual proyecto abortista.
No es ético para un periodista, en función de tal, sugerir, poner énfasis, inducir, denigrar ni propagandizar desde un medio de comunicación, sin mostrarse tal como se es.


Cuando como comunicadores perdemos los límites éticos, poniendo el pulso en un solo sector, perdemos profesionalidad, y terminamos por sucumbir al autoritarismo, dejando de lado la verdadera libertad de opinión y pensamiento.


El periodista que en este caso deba asumir esta situación, debe situarse equidistante de las posturas, más allá de la suya propia, valorar una y otra opinión, dándole el mismo tratamiento, pues al fin de cuentas se tratan de opiniones. Pretender incursionar con su propia opinión lo puede hacer, pero ya no desde su función de periodista, sino desde ciudadano libre.


La asepsia intelectual es necesaria en esta ocasión. De lo contrario no estaríamos colaborando a la necesaria búsqueda de la Verdad, más allá de las posturas.


Como periodista católico, llamo a los colegas de ambos pensamientos, antis y pro, a que reflexionen sobre su rol, den a cada uno lo suyo, y asuman su responsabilidad social de informar sin influir.
Solo así demostraremos que somos un poder más allá del Poder, y que cualquiera sea la realidad que nos toque informar, tenemos ética, aunque estemos inmersos en un sistema carente de conducta ética.