viernes, 14 de octubre de 2016

El 99, el año en que se conspiró contra la democracia y generó todos los males

El orden institucional en Corrientes se rompió en 1999, y aún se sufren sus secuelas, a más de 15 años
Por Fredy Miranda




La tríada de 1997, 1998, y 1999 culminó con un proceso de desquicio y anarquía que dió paso a una de las intervenciones más esquilmatorias de la provincia de Corrientes.
En todos los años restantes, recuperar la institucionalidad y la paz social solo pudo darse merced al uso de mecanismos políticos de torcimiento e interpretación parcial de la voluntad popular, a mano dura, avalada por una fuerte inyección en los salarios públicos, para tapar el fantasma de la iliquidez que dejó ese proceso, como se hizo en los últimos quince años..
Ese proceso rompió las reglas del desarrollo. Corrientes en casi veinte años perdió cuarenta, no avanzó, sino que retrocedió, y las inversiones públicas y privadas fueron esquivas por la inacción, abulia y hasta una visión clientelista que repetía en la provincia lo que se criticaba a la Nación. El marketing tapó como un barniz superficial, lo que subyace con mayor fuerza en Corrientes: la pobreza, el desarraigo, y deficientes servicios de atención al ciudadano, lo que genera el caldo de cultivo de una base social utilizada clientelistamente, y que amenaza en salir disparada, repitiendo los sucesos sociales de fines del 99 y 2001,  si no sigue siendo atendida durante toda una generación por lo menos, por la contención de un Estado que hasta ahora estuvo ausente en lo esencial.
En 1997 la crisis dentro del Pacto Autonomista Liberal culminó con una derrota electoral del establishment que dejó una provincia endeudada, debido a los costos de la hiperinflación alfonsinista que barrió con todos los sueños de crecimiento económico en democracia que nacieron en el 83.

En el frente interno, la situación siempre fue explosiva en la Legislatura, con varios intentos de golpes institucionales generados por esa resistencia de los sectores conservadores del Pacto y del radicalismo. El PJ había absorbido la derrota del 93 y se alineaba a los vientos nacionales.
El 97 fue el año de los grandes desafíos políticos. Una doble vuelta que dejó al Pacto en desbandada y dio lugar a la formación de una entente con un sector del PJ díscolo y de la izquierda con deseos de aburguesarse. Un final del ciclo económico de la hiper, con vencimientos de deuda que no fueron autorizados a refinanciar. Ello generó el desequilibrio fiscal que hay que endilgar exclusivamente a quienes quisieron utilizar esa ocasión provocada adrede, para que el descontento social por la falta de pago de sueldos a estatales acarree su apoyo.
Un plan urdido desde la Legislatura  tomó por asalto el poder perdido en las unas. El desquicio nacional ,con la ida de Menem como fondo, fue la base para que el aislamiento correntino fuera peor, pero el anticipo de lo que se vendría allá también.
La muerte del candidato a gobernador favorito para ganar, Rubén Darío Casco, dejó al sector gobernante con un candidato muletto, que no estuvo a la altura de las circunstancias. Su ambición personal quedó eclipsada por su falta de liderazgo, y las mejores intenciones cayeron enredadas en la urdimbre política del pase de facturas. Pedro Braillard Poccard dejó ir el poder y el gobierno de sus manos, y los adversarios se hicieron fuertes en el bastión golpista de los últimos años. La Legislatura.
Un golpe institucional crecía bajo las lluvias torrenciales del 98 que castigaron duramente la economía productiva de la provincia. Un 98 trágico nuevamente para Corrientes y el fin de ciclo alentaron la vendetta. El 99 se acercaba amenazante para la economía estatal, y los vencimientos de la deuda del período democrático anterior a las intervenciones menemistas, se iban a convertir en el ariete que rompiera el orden institucional.
Así, el 99 llegó con descuentos de hasta el 100 % de la coparticipación federal, que arrasó con todo. 
Los sueldos estatales se atrasaron primero, y se dejaron de pagar después, provocando la salida a las calles de dirigencia gremial venida a menos y con privilegios perdidos, políticos pasados de moda, y las ganas de rapiñar el poder de algunos calienta cabezas. Entre ellos, hasta el mismo Arzobispo Domingo Salvador Castagna, desconocedor de la idiosincracia real de los correntinos, bendijo junto a algún que otro clérigo representante de sectores conservadores,  la ruptura del orden institucional.
Echaron al gobernador y al vice mediante un juicio político con sentencia previa, tomaron el poder desde el Senado con un gobernador que era senador al mismo tiempo, algo insólito para un orden institucional, e intervinieron el único municipio que les molestaba: el de la Capital.
Así, encaramados en el poder, la verdadera cara del proceso golpista salió a la luz. No se pagaron los sueldos, no se consiguieron fondos frescos, no se buscó una salida institucional y política, sino que se buscó dejar incendiada una provincia que se les tornó ingobernable en todo sentido. El “Paren por Cristo” del arzobispo, sonó muy tarde, y cuando Corrientes ya era una piltrafa. Si lo hubiese hecho un año antes, quizás, el orden institucional no se hubiese subvertido.
Así, diciembre del 99, al fin de siglo, terminaba con una provincia en llamas. Los estudiantes pasaron de  grado por decreto, sin haber ido a  clases debido a los paros que no culminaron con la caída de Braillard, sino que continuaron durante el gobierno de Rubén Perié, que supuestamente traía la solución que prometían los gremialistas docentes.
Varios muertos en el Puente General Belgrano, una economía en ruinas con 10 mil estatales dejados en la calle o perseguidos por sus ideas políticas, una sociedad divida, con familias a las que aún hoy les cuesta volver a hablar de esos años, el ataque y la persecución como manera de desacreditar al que pensaba distinto, y una oscuridad institucional en todo sentido, que dio paso a la peor intervención federal que terminó llevándose de Corrientes, los recursos que no eran suyos, dejando en peor situación de la que recibieron al ingresar a sangre y fuego un 17 de diciembre.
Sin dudas que el 99 fue el año del comienzo de la pérdida de la dignidad verdadera de los correntinos. Quizás sea tiempo de revisar la historia reciente, para, ante un nuevo período lleno de esperanzas que arranca con un nuevo ciclo presidencial, comience a mirarse el futuro con otra perspectiva, y no con la del atraso en la que Corrientes ha quedado por culpas propias y ajenas.









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