domingo, 23 de octubre de 2016

El oficio del periodista



 Un debate que nos debemos los que ejercemos con pasión el oficio de periodistas, sigue siendo el mismo desde hace algunas décadas cuando comenzaron a florecer las carreras de Periodismo, de Comunicación Social u otras afines, con la finalidad de sistematizar el estudio y el ejercicio del mismo: la colegiación, como existe en otros países. Sin ánimo de polemizar, pero sí de expresar una realidad que nos duele, vemos cómo nuestro trabajo en vez de jerarquizarse con tales iniciativas, sólo ha logrado dividirnos entre quienes nos formamos en la calle, siguiendo una vocación que va más allá de lo meramente instrumental, y aquellos que lograron una capacitación universitaria y aquellos surgidos de esas carreras.
 Y digo capacitación, pues los títulos que se otorgan por las distintas facultades y centros de estudio de periodismo, sólo logran otorgar simples papeles que acreditan el paso por aulas magistrales, pero no transmiten lo esencial, ni lo harán, del “olfato”, el “fuste”, la “pasión” del periodista.
 Ni siquiera los títulos otorgados por el Instituto Superior de Educación Radiofónica (Iser) logran jerarquizar al periodista que quema sus pestañas en el estudio, pues tampoco ellos son habilitantes para el ejercicio de una profesión digna. Éste no se forma en las aulas, por más residencias, capacitación o posgrados que pueda adquirir, pues el “alma de periodista” es una vocación, un llamado, y a su vez una habilidad casi innata, pulida quizás en los salones de clase, pero no adquirida sólo con el conocimiento sistemático. Recientemente se criticó severamente la presencia de periodistas “de oficio” en aulas de la carrera de Comunicación Social participando de una charla alusiva al Día del Periodista. Afirmo, ya no como tal, sino como simple observador de la realidad, que esa presencia fue la mas feliz que pudo darse para los estudiantes que siguieron sus experiencias expresadas en la exposición y el debate. Nada más enriquecedor para quienes creen tener esa vocación, que palpar desde la experiencia contada, la realidad del periodismo correntino, más allá de todo idealismo, o ideologismo. Lo dice alguien que no sólo se formó en la calle, sino que también pasó por esas aulas. Y en ese paso me di cuenta que muchos de sus docentes impartían enseñanzas de algo que nunca experimentaron, y menos aún, sabían cómo transmitir la realidad de los medios. Poseían quizás los instrumentos de estudio, pero casi nunca lo aplicaron, y cuando llevaban a sus alumnos a hacerlo, chocaban con la realidad. Rescato también a buenos profesores surgidos de las redacciones de los diarios, como los profesores Lubary o Almirón (nunca estudiaron para ser docentes, y menos aún para periodistas), y lamentaba en ese entonces ya, la discriminación que se daba para aquellos periodistas de radio que por no tener títulos habilitantes de docentes, no podían transmitir lo que sabían, lo que tanto bien hubiera hecho a toda una generación de egresados. Lograr la fusión de universitarios y empíricos quizás suene utópico, pero unos no son mejores que los otros. Lo único que los une es que ambos ejercemos un oficio, (digo oficio y no profesión), y creo que estamos muy lejos de jerarquizarla hasta tanto no nos colegiemos reconociéndonos que nos une una misma pasión. Al que no la siente, por supuesto, que por más colegiado que esté, le alcanzará aquello de “Lo que Natura no da... Salamanca no presta”.
 Fredy Miranda
Junio de 2006

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