jueves, 13 de octubre de 2016

Yo fui testigo: Rubén Casco, sus últimos momentos

Yo fui testigo:
Rubén Casco, sus últimos momentos
Habíamos salido de Corrientes un día antes, el 17 de Setiembre de 1997. Comenzamos a recorrer el interior de Corrientes junto al entonces gobernador Raúl Romero Feris y su gabinete, mientras que Rubén Darío Casco, candidato a gobernador por el flamante Partido Nuevo, e Intendente de la ciudad de Corrientes, había partido por separado, habiendo recorrido en caminata proselitista la localidad de Chavarría durante la mañana de ese día.
Romero Feris en tanto se dirigió a Yofre a inaugurar una escuela y a entregar viviendas.
Casi al mediodía ambos ya se encontraban en la pequeña localidad a la vera del Paiubre, e iniciaron una maratónica media jornada.
Tras el acto protocolar sobrevino la actividad política partidaria propiamente dicha, con un acto y almuerzo campestre en la Estancia La Blanqueada en Paso Pucheta.
Recuerdo cuando un amigo en común me abrazó con lagrimas en los ojos y me contaba ”- ¿sabes que me dijo Rubén hoy al partir de Corrientes?. Me dijo que tenia el presentimiento de que nunca va a llegar a ser gobernador. Cuando le pregunte por qué, me contestó que no sabía, pero que veía el futuro tan negro que tenia una sensación de angustia y soledad tremenda”.
Fue la primera señal de que las cosas no estaban bien. El día anterior una decisión de la justicia provincial había hecho caer todas las listas de candidatos a intendentes del PANU de la mayoría de las localidades del interior, y no había salida posible sino recurriendo la instancia federal. En síntesis, el PANU a dos semanas de las elecciones no tenía candidatos.
Yo interprete que se referiría a él mismo, porque luego irían por su candidatura.
Mercedes, su última visita
De todas maneras la campaña continuaba, por lo que Casco, luego de despedirse de Tato, se dirigió a Mercedes, su pueblo natal, hacia la siesta, pues allí quería visitar a su madre.
Luego de ese encuentro, nos dirigimos a una caminata por algunos barrios de Mercedes, en especial por los de viviendas del INVICO. Fue allí donde por última vez le hice un reportaje.
Había mejorado muchísimo desde el comienzo de la campaña en la elaboración de su discurso. Merced a la apoyatura de un profesor español experto en formación de imagen de políticos, había superado la difícil barrera del vocabulario, y la concreción de sus ideas se hacia realidad en sus palabras día a día.
Mas tarde y ya entrada la noche, visitó la localidad de Mariano I. Loza, donde luego de una caminata, entró a la sala de primeros auxilios que lleva hoy su nombre, donde fue recibida por su colega, la intendente Josefina Meabe de Mathó, hoy senadora nacional.
Me toco adelantarme, dirigirme a Monte Caseros y allí preparar todo lo concerniente a la actividad del gobernador del día próximo, pues en ese entonces trabajaba en la oficina de Coordinación del Interior de la Gobernación, y cuyo titular, Gustavo Moliné, había sufrido días antes un infarto y se hallaba convaleciente en el Instituto de Cardiología.
En Monte Caseros y luego de reunirme con el intendente Eduardo Leonel Galantini (ex vice gobernador y hoy diputado nacional) y de habernos puesto de acuerdo acerca de la visita oficial, convinimos con algunos dirigentes del PANU donde ir a cenar con Casco, que en breve llegaría a la localidad.
En realidad arribó a la medianoche, y luego de una desinteligencia entre los dirigentes locales, decidió ir a cenar por su cuenta. En realidad fuimos a un carrito de hamburguesas y cenamos allí lejos de toda “molestia política”, como decía.
Luego de cargar sobre mí la responsabilidad de lo ocurrido esa noche ante los enardecidos políticos locales, se fue a dormir.
Nos levantamos temprano a la mañana, a eso de las 7,30 y mientras desayunábamos me llamó aparte y me dijo: “quedate tranquilo, necesitaba sacarme de encima a los pesados de anoche, por eso te puse de chivo expiatorio cargándote toda la culpa de lo ocurrido, pero no era nada personal”.
En ese momento lo sentí en toda su dimensión de persona: la franqueza con que me habló fue tal que me conmovió, y por supuesto logró tranquilizar mi inquieta conciencia por haber sido partícipe del mal momento que pasamos el día anterior.
Luego, me tocó ir a coordinar los pasos que seguiría el gobernador. Fuimos al aeropuerto a esperarlo, y comenzamos otra maratónica jornada en ese 17 de septiembre.
Tras el acto de entrega de viviendas en un nuevo barrio, nos dirigimos a una escuela y luego a un jardín de infantes, ambas obras que se inauguraban.
Allí, y luego de arribadas las autoridades, haciendo yo de maestro de ceremonias del acto, hizo lo que habitualmente hacia al llegar. Al pasar frente a mi, me corrió el pie del micrófono, quedando yo hablando en el vacío con el micro de costado. Obviamente, esto soltaba la risa de los presentes y el hacía como si anda pasara, dejándome en ridículo. Bromas a la que estaba acostumbrado, y nosotros también.
Al momento de la bendición de las instalaciones, recuerdo que el cura, al proferir la oración de invocación, pidió textualmente “por el nuevo gobernador de Corrientes aquí presente”, en obvia alusión al candidato, que allí no estaba en carácter de candidato obviamente, sino de intendente de Corrientes acompañando al gobernador y a su colega local.
Esto sorprendió a todos y arrancó expresiones de asombro y risas, que no opacaron la extrañeza del gesto, pues obviamente, que un cura, consagre con sus palabras a un candidato, no solo sonaba desubicado, sino hasta irreverente para propios y extraños.
Luego, la actividad continuó con una recorrida por la localidad, y donde la consabida caravana de vehículos iba siguiendo los pasos del gobernador, que junto a Galantini y Casco recorrió las anchas calles casereñas.
Esa caravana, me dio una impresión, de esas malas ideas que a un se le vienen a la cabeza, de estar como acompañando una comitiva fúnebre con la carroza por delante. No se por qué pero esa idea se me vino a la mente.
Ya al mediodía nos dirigimos al aeropuerto. Tato y su esposa, acompañado de Raúl Simón, su secretario, y sumado al profesor español regresaban a Corrientes en el jet de la provincia.
Allí brindaron una conferencia de prensa, junto a Galantini, y éste señaló a Casco “como un amigo que si bien esta en otra lista, si llega a gobernador continuara con la ayuda que siempre dio a Caseros el actual gobernador”.
A su vez, Tato consagró a Casco como el futuro gobernador “que será mejor que yo, de eso estoy seguro”.
En verdad, las encuestas que se hacían semanalmente, ese día jueves marcaron ya una intención de voto de 53 % a favor de Casco, lo que lo colocaba en el sillón de Ferre a dos semanas de las elecciones.
Las últimas horas
Casco y el resto de la comitiva de campaña en tanto debían seguir camino, luego del almuerzo, a Virasoro, para luego, al otro día, dirigirnos a Itá Ibaté, Loreto y San Miguel.
Fuimos a almorzar a un restaurante, al que caímos casi de sorpresa, tanto que el dueño se quedó sin platos preparados. Allí decidió que todos comamos lo mismo: milanesa con ensaladas. Éramos cerca de 30 personas, entre organizadores, promotoras, sonidistas, periodistas, etc.
Me senté a la mesa, frente a él, y comenzamos a diseñar el itinerario para la jornada venidera.
Allí estaban Alberto Rabadán, Pedro Ponce de León y Fernando Alsina, del entorno de Casco, quienes trataron de convencerlo para que se suba a la avioneta Pipper que llevaba a la avanzada a Apóstoles, y luego por tierra volver a Virasoro,
Casco se enojó mucho por la presión que todos ejercimos sobre él para que haga eso, y decidió ir en su auto junto al chofer y a quien quisiera acompañarlo.
Minutos antes había recibido un fax con el texto del desgrabado de lo dicho por la candidata a vice gobernadora del Pacto Autonomista Liberal Marly Brisco de Romero Feris, donde había expresado que “debe morir la planta hija para que muera la planta madre” en alusión elíptica a Rubén Casco y a Tato Romero Feris.
Recuerdo que esta expresión le causó no solo mucha molestia, pues estimaba mucho a Marly, y a su viejo Partido Autonomista, lo que le produjo un estado de excitación interna muy fuerte que lo alteró en su temperamento.
Es así que estuvo inquieto durante todo el almuerzo. Aun así degustó un postre helado, y decidió partir. El resto de la comitiva lo seguiría y nosotros lo haríamos por aire.
Cuando se dirigía a la puerta de salida, Alsina le preguntó si iba a manejar el, “no te preocupes Fernando, llevo a Raúl maneja el, yo voy a ir durmiendo” dijo.
Al llegar a la camioneta, le dijo al chofer: correte, anda atrás, Diego (Romero), vení vos adelante”.
Así, tomó las llaves de la Cherokee y se subió al volante. Miró a los que le acompañaron hasta el auto sorprendidos, y le tranquilizó con la mirada” voy a ir despacio, nos vemos”.
Efectivamente, Diego, el periodista, se sentó a su lado, y el puso en marcha la camioneta, con un chirriar de gomas sobre el ripio de la calle.
Fue la última vez que lo ví con vida.
Lo que me contó Diego, es que al salir de Monte Caseros y al dirigirse la Ruta 20, ingresó a ese camino de ripio. Es cuando el periodista se ajusta el cinturón de seguridad. Rubén lo mira y le dijo: no me tenés confianza?, a lo que Diego contestó con un categórico: NO.
Al desandar algunos kilómetros, le pidió que cambie la música de la radio, cuando va a hacerlo ve un parpadear del display del pasacassette, era el momento en que hacía señas de luces, por la intensa polvareda que levantaba un camión que iba por delante a casi a 120 Km. por hora. Diego levantó la cabeza y tras un fuerte ruido, siente un impacto, se abre el airbag delante suyo, mientras que ve un cuerpo volar hacia el parabrisas y rebotar en el capó.
Al instante trató de zafar de la bolsa de aire, mientras que ve a Raúl , el chofer que venia detrás, boca abajo apoyado en el medio de los dos asientos delanteros, de cuya cabeza brotaba sangre luego de haber chocado contra el espejo retrovisor que le arrancó el cuero cabelludo.
Casco estaba con los ojos cerrados apoyado sobre el volante en posición hacia delante y parecía inconsciente. Diego, luego de librarse del cinturón trató de abrir su puerta, pero no pudo, estaba como trabada, corre el cuerpo del chofer hacia atrás y logró salir por la puerta trasera. Antes atina a llamar por teléfono. Allí llama a la radio y pide comunicarse con Carlitos Minich, de la producción de Natalio Aides. Minich aún no había llegado, le contestan del otrolado de la línea.
Al rato suena el teléfono, y le piden que se comunique con Raúl Simón y le cuente que tuvieron un accidente.
Tras esto sale y detrás de la camioneta, se detenían otras dos combis, una con el sonido y otra con los periodistas, más atrás otra con un grupo de promotoras,
El chofer de la combi de periodistas, de apellido Velázquez, trató de abrir la puerta del lado de Rubén con una barreta que acercaron unos lugareños de una casa ubicada enfrente y que acudieron al ver el accidente.
Billy Zampa, periodista de DyN, se acercó y según dice que vio, Rubén aún en ese momento respiraba con dificultad, hasta que luego con pequeños quejidos, fue dejando de hacerlo, tras lo cual le colocó sobre su cabeza una campera de nobuk que llevaba siempre Rubén consigo.
Al instante llama, por instinto periodístico, a su redacción y pasa el informe. Fue la primicia, y desde allí la noticia llego a través de los medios nacionales.
En Corrientes, en tanto Tato se disponía a abordar un helicóptero para hacer una recorrida aérea sobre unas obras de canalización, cuando Simón recibió la llamada de Minich. Allí se puso en contacto con la comitiva y recibía la noticia de la muerte.
Inmediatamente regresaron al aeropuerto, y se pusieron en contacto en forma urgente con Caseros para confirmar todos los detalles, mientras que una tristeza profunda comenzaba a recorrer la provincia producto de la infausta noticia.
Yo recibí una llamada de uno de los muchachos de la comitiva terrestre. “vuelvan urgente, Rubén tuvo un accidente”. No lo podía creer, es más, pensé, habrán chocado en la misma caravana y no habría sido para tanto.
Junto a mí en el avión iban Rabadán, Alsina y Ponce de León.
Al momento me quede sin baterías en el celular por lo que mientras le comunicaba a Rabadán, Alsina llamaba a tierra a ver que había pasado, no hacia mas de diez minutos que habíamos partido de Caseros.
Inmediatamente le cuentan lo ocurrido. Dimos la vuelta y Rabadán se introdujo en la boca una pastilla sublingual, diciendo, aquí en mis bolsillos tengo mas si ven que me hace falta. Ponce de León también se puso en alerta, y se distribuyeron rápidamente las funciones, porque estábamos preparados para reaccionar ante cualquier contingencia.
Rabadán iría al lugar del hecho con Alsina y Ponce de León. Este ultimo se encargaría de la parte legal y el contacto con el juez y el fiscal, en tanto que Alsina se encargaría de ordenar todo el operativo sanitario, obviamente mi me tocaba contener a la prensa.
Tras llegar, nos dirigimos hacia el lugar del accidente, y luego inmediatamente regresamos tras una ambulancia que llevaba al chofer herido.
Llegamos a una clínica privada, donde atiné a llamar a Corrientes para avisar a mis familiares lo sucedido, y tranquilizarlos, mientras que el teléfono del nosocomio no paraba de sonar, era la hija de Rubén Casco que preguntaba qué había pasado. Cómo estaba su papá. Yo tenía órdenes estrictas de no dar ninguna información ni siquiera a familiares. Por lo que a cada insistencia solo contestaba con el silencio.
Rubén había muerto y no lo podíamos creer.Hacia las seis de la tarde y mientras se acercaba al noche, el cuerpo de Rubén llegó a la morgue del Hospital. Allí nos fue permitido entrar a verlo. No habría autopsia, se lo llevaría urgentemente a Corrientes para velarlo. Allí la consternación era tremenda, la ciudad se había paralizado.
Con la misma camisa a cuadros que había usado desde temprano, su rostro aparecía sin marcas, tan solo un rasguño en la frente.
En tanto el médico forense diagnosticó que había tenido desplazamiento de cadera y explosión de tórax, por lo que en su muerte, si bien no había sido instantánea, no tuvo mucha agonía, y menos aún, habría sufrido dolor al haber quedado inconsciente al momento de chocar.
Tras esta revisión, el mismo jet que había llevado a Tato a Corrientes volvió a la pauta de Caseros buscar el cuerpo de Casco.
Nosotros en tanto regresamos acompañándolo en la avioneta. Al momento de llegar al aeropuerto llegaba el candidato a gobernador del PAL, Carlos Tomasella, quien había interrumpido su campaña en Mocoretá.
Apenas conocido lo que ocurrió se dirigió a Caseros, allí pidió si podía acompañar en el regreso.
Paradoja del destino, pero el rival volvía con la comitiva de campaña de su contrincante ya muerto, acompañándolo en su regreso.
En esa avioneta retornamos Rabadán, el ingeniero Brítez del Invico y Tomasella.
Yo no podía parar de llorar en todo el camino, un mar de lágrimas como nunca había experimentado en toda mi vida. Mucha ansiedad y muchos nervios se desataron en ese momento.
El arribo a Corrientes fue en la oscuridad, en una negra noche, más negra que nunca, y donde la impotencia, la desazón, la tristeza inmensa, y la incredulidad se confundían tratando de despertar de un sueño increíble.

Fredy Miranda
Septiembre de 2014


Nota: Algunas correcciones al relato escrito ya hace unos años atrás, que tienen que ver más con la memoria y de cómo vinieron contadas. Me hace acordar mi amigo Diego Romero que me corrigió y agregó detalles al mismo y demuestra el drama con toda su crudeza. Tras el choque "hice tres llamados: 1) a mi vieja; 2) a Susana (su esposa); 3) Carlitos (Minich): y a Carlitos le dije que le avise a Tato.Después llamó Samy Gutnisky al teléfono de Rubén, y atendí y le conté lo que había pasado... . Nunca hable con Raúl Simón. Rubén estaba muerto cuando llegó Zampa".

Setiembre de 2019

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